Me gustan mucho más los murciélagos que los burócratas. Vivo en la Era del Dirigismo, en el mundo dominado por la Administración. El mayor mal no se hace ahora en aquellas sórdidas ‘guaridas criminales’ que a Dickens le gustaba pintar. Ni si quiera se hace, de hecho, en los campos de concentración de trabajos forzados. En los campos vemos su resultado final, pero es concebido y ordenado (instigado, secundado, ejecutado y controlado) en oficinas limpias, alfombradas, con calefacción y bien iluminadas, por hombres tranquilos de cuello de camisa blanco, con las uñas cortadas y las mejillas bien afeitadas, que ni siquiera necesitan alzar la voz. En consecuencia, y bastante lógicamente, mi símbolo del Infierno es algo así como la burocracia de un estado-policía, o las oficinas de una empresa dedicada a negocios verdaderamente sucios.